miércoles, 1 de noviembre de 2017

CURADOS DE ESPANTO, por Miguel Camuñas


Ya no sirve aquella máxima bíblica de “ver para creer”, ahora lo que necesitamos, es “estar curados de espanto”. Volver a las urnas es como tener que repetir la medicación por un error médico, con  irremediable atentado a la paciencia que conlleva.

 

Hombre, cuando se utilizan adjetivos como imperdonable, inexplicable, intolerable, es que se pretende ser muy contundente con alguien o con algo que está sucediendo pero si seguidamente se da la oportunidad de enmendar la plana al prójimo, estamos ante un caso de caridad cristiana poco usual en política. Y aun así hay quien desprecia todas las oportunidades que se le dan.

La posverdad tiene un interés o un fin político  (política de la posverdad o política posfactual) pero aunque es un concepto de relativamente novedosa acuñación su origen se remonta a las fuentes de la historia. Así embaucadores, adoctrinadores, fariseos y falsos profetas son tan antiguos como la humanidad. Las ideas del fin de los tiempos, de la Nueva Jerusalén y la de los elegidos que reinarán junto a Jesús fueron centrales en iglesias protestantes que se establecieron en Norteamérica. La sectarización de algunos de estos grupos, sobre todo por basarse en la idea de los elegidos, los aisló de sus comunidades y redujo su influencia.

Más que interesados nos encontramos ya aburridos, quemados de que algunos pospolíticos catalanes se empeñen en añadir leña al asador intentando mostrar un Talent show que ha tenido más de show que de talent , o vaya usted a saber, porque a estas alturas no me creo de la misa la media. Sin ir más lejos, Puigdemont intenta dar un fin digno a su fantasmal presencia, como zombi político aprovechando el día de Halloween. Tal vez intente recorrer el mundo como aquel Judío errante.

Ahora todos aceptan las elecciones… Pero sobre todo que los independentistas se aprieten el cinturón para reducir gastos, que ya han ocasionado bastantes; en la recampaña  no tienen nada que ofrecer, ni siquiera nos apetece ver las fachadas de nuestras calles de Cataluña alicatadas con las caras de los mismos que no supieron que hacer con sus votos, y a lo peor en lugar de resultar atractivos “espantan” a posibles votantes.



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